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¿Cuál es el futuro de la nieve?

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¿Cuál es el futuro de la nieve?

Para inaugurar el tópico, deberíamos empezar todos por ser conscientes de algo: nadie tiene impacto ambiental cero, independientemente de su estilo de vida. En el momento en el que llegamos al mundo, sellamos nuestra huella. No hay manera de evitarlo, es una cuestión natural. Lo que sí podemos hacer es estar un poco más atentos a la pulsión de la Tierra, cambiante y caprichosa.


No es un secreto, la primavera y el otoño tal y como los conocíamos han pasado a la historia. Tendemos a un calendario biestacional, con veranos e inviernos cada vez más marcados.


Pese a eso, y a modo spoiler, nadie tiene la razón en este tema. Cada año surge el típico artículo alarmista en el que se da a las montañas por vencidas y a la nieve por acabada. Y pese a eso, temporada tras otra seguimos recibiendo nuestros esperados copos y los temporales siguen llegando.


Pero hacer oídos sordos y mirar hacia otro lado no es tampoco una solución. ¿Cuál es la tendencia de los últimos años? ¿Qué viene ocurriendo ahí fuera?


La nieve y sus teorías


Hay diversas líneas de estudio. La mayoría avoca los cambios climáticos que afectan a la presencia de la nieve a dos factores: el régimen de precipitaciones y el régimen térmico.


¿Llueve más?


Para entender la influencia del régimen de precipitaciones, vamos a fijarnos por un momento en el caso de Sierra Nevada. Al parecer y según un estudio conjunto de investigadores de las universidades de Granada y Córdoba,  las lluvias y nevadas en esta zona tienen tendencia a ser más torrenciales. Esto afecta en última instancia a la capacidad del terreno para retener el agua.

De hecho, Sierra Nevada sufrió por primera vez la escasez de nieve en 1995/1996 y desde entonces ha registrado cifras récord de precipitaciones en los años 2003, 2008, 2009 y 2010.


Nos vamos ahora un poco más lejos: a los Estados Unidos. En el país yankee la mayor cantidad de precipitaciones durante los últimos años ya no se produce en forma de nieve sino de lluvias y esto impacta el suministro de agua en los estados del Oeste del país.

Un estudio de los expertos de la organización Climate Central así lo determina, tras una investigación con un background de 65 años con registros de lluvias y nevadas recopilados por 2,091 estaciones meteorológicas en 42 estados.


Por lo que el futuro de sus estaciones y las nuestras en la misma situación pasa por el mejor control de estos nuevos factores y la consecuente adaptación de sus instalaciones.



¿Hace más calor?


Tomamos ahora un avión y nos vamos un poco más al sur, hasta la Patagonia, para ver qué ocurre allí. En el hemisferio opuesto los meses de julio y agosto son los más innivados. La pasada temporada se registraron un número de nevadas total prácticamente idéntico a las pasadas temporadas, pero con un cambio. En este caso, la mayoría fueron seguidas de fuertes calentamientos que llevaron rápidamente los niveles de congelamientos por encima del nivel de los cerros.

Esta situación tuvo un impacto directo en el volumen de nieve en la zona, como muestra el siguiente gráfico:




Esto no significa que vengan en el futuro algunos inviernos más fríos y con más nieve, pero todo indica que la tendencia apunta a que esos períodos sean más cortos y tienda a dominar una secuencia con menor cantidad de nevadas y cotas de nieve con promedios más elevados en los años próximos.


Nuestras estaciones no han tardado en prevenirse de este factor ambiental. Baqueira Beret, por ejemplo, fue una de las estaciones con mejores resultados la pasada temporada. ¿Un dato? De los seis millones de su inversión, tres han ido para 59 nuevos cañones.



¿Qué pasa cuando unimos ambos factores?



Ángel Rivera, meteorólogo portavoz de la Agencia Española de Meteorología (Aemet), dice que “Desde hace entre 40 y 50 años la precipitación media sigue siendo la misma, pero la temperatura media anual sí aumenta”. Como consecuencia, “la cota de nieve cada vez está más alta porque en las inferiores, cuando cae, se funde rápidamente al encontrar un suelo más caliente”.


La Asociación Turística de Estaciones de Esquí y Montaña (Atudem) realizó sus propios análisis para determinar que la unión de estos factores no supone la amenaza de nuestro querido deporte, pero sí debiéramos ir adaptándonos a esquiar a más altitud como posible solución.


Y para finalizar, lo dicho, nadie tiene la última palabra en este aspecto. Nadie excepto la naturaleza. Ella determinará el progreso de unos inviernos que nadie puede prever, por más que lo intenten.

 

De momento os recomendamos un interesante documental sobre los esfuerzos de la estación de Whistler Blackcomb, en Canadá, por adaptarse a un mundo que nunca deja de moverse y a sus montañas en constante metamorfosis.