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El Polo Norte, la aventura de Jordi Canal-Soler

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Esqui.com

El Polo Norte, la aventura de Jordi Canal-Soler

Jordi Canal-Soler es muchas cosas (escritor, fotógrafo, conferenciante, viajero, explorador...), pero su profesión o profesiones se resumirían con una palabra: aventurero. Ha recorrido 60 países, cinco continentes y ha realizado impresionantes travesías como cruzar el Sahara, adentrarse en el Amazonas o recorrer Alaska, Yukón y llegar al Polo Norte. Nos centramos en esta última expedición, que cuenta en sus libros 'Tierras del Norte' (Nova Casa, 2016) y en 'Viaje al blanco' (UOC, 2014).

 

Esqui.com ha tenido la oportunidad de hablar con él antes de una conferencia y nos ha dicho que su zona preferida del mundo para "esquiar" (recalcamos las comillas) es el Polo Norte, que considera "impresionante", por varios motivos: "Por el hecho de que puedas llegar, por sus condiciones climáticas, y sobre todo, por el significado que tiene llegar al mítico Polo Norte geográfico. En 1909 representó una hazaña histórica y continúa siendo hoy día un lugar que poca gente visita".

 

El aventurero ha confesado que esquía "desde pequeño" y se ha centrado especialmente en las modalidades de esquí alpino y esquí nórdico. Preguntado por sus preferencias sin irse tan lejos, es tajante: "Yo siempre he ido a Baqueira-Beret. Es una de las mejores estaciones y de las más grandes. Y en el Pla de Beret tengo la posibilidad de hacer esquí de fondo, con recorridos de hasta 30 kilómetros".

 

La aventura "del último grado"

 

En su expedición al Polo Norte se empeñó en recorrer el último grado del planeta: del 89º al 90º. Para acceder a este inhóspito lugar, hay que hacerlo con un avión hasta una base rusa "que está a la deriva". ¿Cómo puede ser? Básicamente, porque 'flota' sobre un hielo que se va moviendo y que, por tanto, cada día se encuentra en una latitud algo diferente.

 

Cuando él llegó, estaba a menos de medio grado de su objetivo final (el Polo Norte geográfico), por lo que quiso 'alejarse' en helicóptero hasta el inicio del grado 89. Desde ahí recorrió 111 kilómetros en 15 días con unos esquís, una pulka (trineo) y una ropa un tanto especial. "Aquí el esquí es un poco diferente", apunta. Y es que la travesía se hace sobre el hielo, que está sobre el mar congelado del océano Glaciar Ártico. "Debes ir con unos esquís que buscan aprovechar que la superficie reparta mejor todo el peso, para que no se rompa el hielo, y a la vez que tenga tracción para tirar del trineo de 120 kilos. Los esquís nos ayudan a progresar tanto por las grietas como por las zonas de hielo muy frágil, que está a punto de romperse", nos explica Jordi Canal-Soler. Para garantizar una buena tracción, colocaban piel de foca bajo los esquís.

 

En cuanto a la ropa, tampoco sirve la que usaríamos en una convencional jornada en pistas. El Gore-Tex, muy preciado en la montaña para proteger del viento y del frío, es contraproducente en el Polo Norte. Así lo argumenta el explorador: "En el Polo Norte tenemos que evitar el exceso de calor, y el Gore-Tex no transpira del todo, lo que hace que llegues a sudar más fácilmente. A temperaturas de 40 grados bajo cero, haces mucho esfuerzo al tirar de la pulka y teniendo que superar los desniveles del terreno [como crestas de presión y bloques de hielo]. Cansa mucho y hace que tengas un gasto energético que se libera en forma de calor. No interesa sudar, por lo que es una progresión en la que constantemente vas poniéndote y quitándote ropa".

 

El aventurero recuerda que en un momento de la travesía, después de haber sudado, sintió que no recuperaba el calor. Sorprendido, se abrió una chaqueta de Gore-Tex y descubrió una capa de hielo: era su sudor, congelado. El sudor era, por tanto, uno de los peores enemigos.

 

Para los que quieran repetir su gesta: recordad que el polo magnético no coincide con el físico (¡toca hacer cálculos, la brújula no marca el destino!) y es obligatorio hacer el recorrido con un rifle por el riesgo de cruzarse con osos polares. Ah, y por supuesto, no olvidéis el GPS