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Aludes

 

Debido al creciente interés por el freeride, hemos decidido dedicar nuestro segundo post a los aludes. Como muchos ya sabéis, el freeride es una modalidad de esquí que consiste en no seguir un recorrido marcado. Para ello hay que desplazarse a laderas vírgenes en las que corremos el riesgo de ser sorprendidos por un alud. Por eso es bueno que sepamos cuándo pueden desencadenarse estos fenómenos naturales y qué hay que hacer en caso de riesgo o de que nos sobrevenga uno

 

Las temperaturas altas, pero también las bajas, el viento o el sol hacen que el manto formado por la nieve caída se componga de capas estratificadas con diferentes características que, dependiendo de cómo interactúen y de la acción que ejerzan sobre ellas los agentes meteorológicos, pueden provocar avalanchas.

 

Por ejemplo, durante o poco después de una nevada, pueden producirse aludes de nieve reciente si las temperaturas son inferiores o próximas a los 0º y tiene lugar una sobrecarga o un aumento de la temperatura; ya que estos dos fenómenos pueden causar, en estas condiciones, una pérdida de cohesión de la capa superficial del manto. Este tipo de aludes suele darse durante los periodos más fríos del invierno y es muy rápido y destructivo. Para detectarlo, podemos controlar el espesor de nieve reciente clavando el bastón hasta llegar a las capas más duras. Si este espesor es de 30-40 cm, el riesgo de avalanchas es localizado; y, si es de 50-60 cm, generalizado.

 

Por otra parte, también pueden producirse aludes en caso de temperaturas notablemente superiores a los 0º o en caso de lluvia. En este tipo de aludes, que suele darse en primavera, la nieve es húmeda y pesada y, aunque se desliza lentamente, puede llegar a arrastrar todo el espesor del manto y, con él, árboles, rocas, etc.

 

Finalmente, están los aludes de placa, que suelen desencadenarse por el paso de una persona sobre una capa aparentemente estable de nieve, que en realidad no está unida a las capas inferiores o está situada encima de una superficie de hielo. Estas capas pueden crearse, por ejemplo, por una acumulación de nieve transportada por el viento; y podemos detectarlas por la presencia de una cornisa, porque chirrían cuando se pisan o porque escuchamos sonidos sordos cuando clavamos el bastón.

 

Muy bien. Y ahora, ¿qué hacemos si detectamos que hay riesgo? Lo primero de todo, que no cunda el pánico. Parece un consejo muy obvio, pero mantener la calma es muy importante en la montaña. Una de las precauciones que hemos de tener, por ejemplo, en caso de detectar señales de alarma y estar descendiendo, es evitar las caídas y, si nos ponemos nerviosos, podemos caer más fácilmente. 

 

Otras precauciones que debemos tener son dejar al menos 10 m entre nosotros y la persona que vaya delante nuestro si estamos ascendiendo, seguir siempre la línea de máxima pendiente, y atravesar las laderas por la parte más alta y de uno en uno.

 

Pero, ¿y si, finalmente, nos encontramos en medio de un alud, qué hacemos? En caso de vernos atrapados por una avalancha, debemos tratar de huir por el lateral más próximo. Si no lo conseguimos, nos quitaremos los bastones y los esquís e intentaremos mantenernos en la superfície, dando brazadas como si nadáramos. Una vez se detenga, nos haremos una bola y pondremos las manos delante de la cara, dejando un espacio para respirar.

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