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Esquiar después de una lesión

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Esquiar después de una lesión

Algunas personas lo viven como un auténtico drama y, cuando vuelven a esquiar, mantienen un trauma psicológico que se convierte en una gran barrera que impide volver a disfrutar como antes, con libertad y con la voluntad de superarse a uno mismo. Reconozcámoslo: una lesión es un gran bache que exige mucha fuerza de voluntad, buen hacer y paciencia, grandes dosis de paciencia. El gran problema llega cuando la hemos conseguido superar la lesión física y nos deja secuelas psicológicas: el miedo a recaer o a sufrir otra pesada lesión. Hay quien queda marcado de por vida y la nieve nunca la vuelve a vivir como antes.

 

Lo que tenemos dentro de la cabeza es siempre lo más complicado de superar. El impacto psicológico tarda mucho más en cicatrizar que una herida o que una fractura. Una lesión esquiando puede manifestarse a la larga de diferentes maneras, primero tenemos que identificar cuáles nos afectan a nosotros: pérdida de la autoconfianza, pensamientos negativos, sensación de vulnerabilidad, estado de depresión, ansiedad, miedo, frustración, incertidumbre.

 

 

¿Cómo superarlo?

 

Después de la recuperación física, que puede llevar muchos meses, llega la parte más dura: la recuperación psicológica. Para afrontarlo, vamos a ir poco a poco:

 

1. Márcate metas a medio y largo plazo. Deben ser realistas en función de cómo ha sido tu recuperación y cómo te sientes. No vuelvas nunca al punto de actividad física donde lo dejaste, porque darte cuenta de que has perdido nivel no hará más que frustrarte y ahondar en tus penas.

 

2. Lo importante es la actitud… ¡Comparte! Esto es más fácil de decir que de hacer, pero procura que los pensamientos y emociones positivas llenen tus días en la nieve. Si debes empezar bajando la exigencia porque tienes que ponerte a tono y superar los miedos psicológicos, ¿por qué no lo haces acompañando a alguien en su proceso de aprendizaje? Quizás enseñando trucos a otra persona novata de tu entorno en pistas que para ti son fáciles y compartiendo momentos descubres otra manera de disfrutar en la nieve y das tiempo a tu cuerpo (¡y a tu mente!) a amoldarse de nuevo a los esquís. Compartir es vivir, da felicidad y te puede ayudar a acelerar la curación.

 

3. Busca un referente. ¿Tienes acceso a algún esquiador que también ha pasado por una lesión? Nada mejor que él para entender cómo te sientes y darte consejos. Compartir experiencias con una persona que te entiende porque lo ha sufrido en sus carnes es una buena manera de acelerar la recuperación psicológica y ganar confianza. ¡Siempre es bueno tener un hombro donde llorar!

 

4. A veces toca estar triste. No tiene sentido forzarse a estar todo el día alegre y riendo cuando ves que esta temporada no podrás ir a esquiar con tus colegas o cuando te das cuenta de que, tras la recuperación física, tu cuerpo aún no responde como antes. Permítete estar triste cuando lo necesites, sin hundirte, y busca un apoyo. También es normal tener miedo al principio, pero no dejes que te supere y enfréntate a él con cabeza. Ya sabes: no hay luz sin oscuridad.

 

5. Aprender de los errores. Si una lesión esquiando tiene algo “positivo”, es que nos brinda la oportunidad de aprender qué hacer para que no vuelva a pasarnos. Piensa qué ocurrió y cómo puedes evitarlo: ¿No calentaste? ¿Estabas demasiado cansado y aún así seguiste esquiando? ¿Te exigiste más de lo que debías? ¿Tenías sobredosis de confianza y no fuiste realista? ¿No usaste las protecciones necesarias? Aprende de tus fallos.

 

Si tu caso es muy grave, lo más recomendable es que acudas a un psicólogo especializado en deporte. Paciencia, positivismo y tesón serán tus mejores aliados para volver a divertirte en pistas. ¡Muchos ánimos!

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